Alain Derbez
https://alainderbez.wordpress.com/
23 octubre 2025
El texto que sigue es sobre el que me basé para presentar el 22 de octubre pasado, en el marco del Festival Internacional de Jazz de Tampico, Tamaulipas, mi libro de El jazz en México (yo tengo otros datos). Aparte de las palabras, por supuesto, hubo música. Tocamos Manuel Viterbo el banjo, Daniel Reséndiz la guitarra y yo el saxofón soprano: el trío PPN. Va entonces:
En este gordo libro de la historia del jazz en México (FCE) se menciona a Tampico varias veces. En las páginas 89, 90, 109, 111, 138, 316, 317, 318, 346, etc.
Se menciona a Tampico porque escribo sobre Lorenzo Tío padre, Lorenzo Tío hijo y su hermano Luis Tio, afroamericanos que en su historia personal hermanan esta ciudad y Nueva Orleans y quienes definirán, desde sus clarinetes y saxofones la historia de los inicios del jazz en el mundo. ¿Jazzabían o hasta ahorita?
Se lee por ejemplo en la página 111:
Estamos en la penúltima década del siglo XIX, la primavera de 1885: la humedad que se huele y que se siente viene del Río Misisipi, de los pantanos, el bayou y de ese Mare Nostrum y caldo de cultivo llamado Golfo de México, donde para allá esta Cuba, más acá los puertos de Tampico y Veracruz y en aquella cornisa, yucateca, una península. Adentro del kiosko (el kiosko de la Alameda de Santa Maria de la Ciudad de México que estuvo en la feria del algodón de Nueva Orleans) en la década de los ochenta del siglo antepasado, lo que suena, lo que sigue sonando, es una banda, un grupo que fuera fundado precisamente en Morelia y que dirigía Encarnación Payén, una orquesta que dejará su impronta, más allá de los coyunturales escuchas, en los jóvenes músicos locales que, tomando algunas lecciones de su soplado instrumento con los maestros visitantes, pasado el tiempo iban a tocar eso que se escribirá jass primero y luego jazz.
O en la página 138:
El diez de junio de 1908 murió, clarinetista afroamericano de Luisiana que decidió radicar en Tampico, Tamaulipas, Lorenzo Tío. Tío fue padre a su vez de Lorenzo y Luis Tio, mexicanos que, ya avecindados en Nueva Orleans décadas luego, iban a enseñar a varios futuros jazzistas a hacer lo suyo tanto en clarinete como en saxofón.
Por supuesto, del papel de los Tío, del inicio del jazz en Tampico y su íntima relación con Louisiana, ya se platicará mañana cuando en este festival al mediodía en el Museo de la Ciudad se hable del libro de José Castañeda con la presencia de Mary Gehman: la ciudad del Charleston.
Puedo decir que Tampico tiene presencia en este libro desde la portada porque el autor, que es el artista plástico irapuatense Jazzamoart (Javier Vázquez Estupiñán), no sería Jazzamoart, no tendría ese nombre y ese destino pictórico entre el jazz, el amor y el arte, sin la medular presencia en su existencia de la fotógrafa tampiqueña Nora Smith, sextante, musa y compañera.
Hablo de Tampico igual cuando menciono el nombre del baterista Gonzalo González, Chalillo, nacido aquí, figura relevante del jazz mexicano en los sesenta y setenta del siglo XX y acompañante muchas noches de la añorada pianista Olivia Revueltas; se habla de Tampico cuando cito el nombre del gran arreglista, compositor, pianista, director de orquesta, Juan García Esquivel quien, entre otras cosas, conjuntó jazzistas nacionales para hacer rocanrol en el cine nacional y se habla de Tampico cuando menciono al trombonista radicado en Madrid Alejandro Carballo o cuando me refiero al percusionista Evaristo Aguilar a quien tuvimos la fortuna de escuchar anoche en la promisoria, lúcida y lucida inauguración de este festival acompañando al cajón esa magnífica muestra de lo que el jazz y el son huasteco en matrimonio pueden generar con magisterio si Samuel Martínez al piano y voz y Jorge Morenos en voz y jarana, lo proponen.
En fin, que lo que les quiero decir es que la realización de un Festival Internacional de Jazz en Tampico con la vertebral presencia de músicos de Louisiana y de Cuba, de España y de otras partes de México y de la región que nos alberga resulta más que lógica en la historia al grito del jazz no sólo es de quien lo hereda sino de quien lo trabaja.
Quizás – me atrevería a sugerir- sería estupendo que para la próxima edición el nombre rinda homenaje a Lorenzo Tío…pero bueno, es, diría mi tía abuela, un sugerir.
Ahí me quedo por ahora porque quiero preguntarles: ¿En su infancia, en la infancia de sus padres, de sus abuelos, fue importante la figura de Francisco Gabilondo Soler? Seguramente entonces escucharon El ropavejero, esa canción que todo el mundo conoce como el Señor Tlacuache y que tal vez el año pasado, cuando en octubre del 2024 se hizo un gran homenaje a Cri Cri aquí, se pudo haber escuchado.
Entre sus muchas opciones en la vida (marinero, astrónomo, boxeador, etc.) Gabilondo, como el tío de Palinuro de México, el personaje de la novela de Fernando del Paso, embarcó hacia Nueva Orleans desde Tampico en los años veinte. El interés de Gabilondo era aprender los secretos de la linotipia y muy probablemente lo hizo, pero lo cierto es que también aprendió y aprehendió, con oído acucioso, las intimidades del blues y del jazz que se tocaba entonces en Louisiana y de ahí lo trajo como tantas otras ofertas de la música del mundo para enriquecer la baraja a manejar en sus composiciones primero como El Guasón del Teclado y luego, creador de universos para los infantes y los padres de los infantes, como Cri Cri.
(Y AQUÍ ENTRAMOS CON LA MÚSICA TOCANDO EL TLACUACHE COMBINADO CON EL SAINT LOUIS BLUES Y EL BLUE MONK PARA REGRESAR AL TEMA DEL TLACUACHE LUEGO DE IMPROVISACIÓN EN GUITARRA, BANJO Y SAX SOPRANO)
La música de Gabilondo Soler como tantas otras, se difundió en los años veinte y treinta gracias a la radio y ahí, desde las primeras emisiones también era posible encontrar en el cuadrante esa música bailable y tarareable que se comenzaba a anunciar con las cuatro letras “Jazz”, así fuera charleston o fox-trot o dixie-land. El jazz y el blues, no obstante la poca gracia que les hacía algunos (recordemos que el primer Secretario de Educación Pública, José Vasconcelos, impulsor ferviente del nacionalismo en el arte, dejó claro en sus memorias que el jazz lo había prohibido, lo había desterrado de las escuelas por ser un espectáculo salvaje como los toros) seguía ahí. Partituras de jazz se publicaban en diarios, semanarios y revistas y jazz había lo mismo en Mérida que en Tijuana, Veracruz, la Ciudad de México y, desde luego, Tampico. El jazz- dejaron claro los creadores del movimiento literario de los Estridentistas, igual que la radio, que la electricidad, tenían presencia en su quehacer como en otros campos del arte. (Ayer mismo, en este vestíbulo del Teatro Metropolitano, poemas de estridentistas fueron dichos por el tampiqueño Eddi Segura), el pintor Siqueiros hizo un retrato del compositor que hermanó la música académica con el blues y el jazz, George Gershwin).
Bien lo escribió otro poeta, Renato Leduc, para hablar del mar: “Por el temblor rumbero de tus ondas, vienes a ser el precursor del jazz”.
¿Quién le iba a decir al filósofo también creador del lema universitario “Por mi raza hablará mi espíritu” que la primera película sonora mexicana, basada en la novela de un confeso odiador del jazz, Federico Gamboa, iba a tener como pista sonora, algo de jazz, del fox-trot que se entendía como jazz y que con una coreografía incluida, pudo verse y escucharse en blanco y negro: “Santa”?
Entre otras muchas cosas importantes que impulsó José Vasconcelos, por supuesto, hay que destacar el tenaz esfuerzo por hacer presente en la nación entera la música de los pueblos, la música regional. El jazz, los jazzistas, tenemos en esa música folklórica, como en tantos otros veneros, una opción de nutrir nuestro quehacer.
(AQUÍ ENTRAMOS TOCANDO LA PIREKUA MICHOACANA FLOR DE CANELA Y LA COMBINAMOS CON LA COMPOSICIÓN DE ABDULLAH IBRAHIM “AFRICAN MARKET PLACE”)
Continuemos ahora platicando sobre eso que se bailó y se escuchó en la radio desde el jazz. Brinquemos unas cuantas décadas. Desde Cuba ha llegado a México para que aquí lo hagamos a nuestro enriquecido y particular modo, no sólo el danzón y otras formas de la antillanía sino también el bolero. Y creadores de boleros, como el tampiqueño Mario Kuri Aldana, también compositor de música contemporánea, o el veracruzano Mario Ruiz Armengol, o el tapatío Vicente Garrido y hasta Armando Manzanero y Arturo Castro, abrevarán en el jazz para sumar otras armonías a esas canciones románticas.
Pues hasta ahí porque nos ganó el tiempo y el concierto en la sala principal ha de comenzar. De esto y de mucho más trata este libro sobre el jazz en México. Crónicas desde la literatura, fotografías, tarjetas postales donde desde los veinte del Veinte el jazz en México está presente, entrevistas con sus creadores hasta el veinte del XXI hallará quien a este libro se acerque.
Despidámonos nosotros con más música. Acerquémonos ahora a ese gran compositor, a ese santo patrón de la bohemia que es el oaxaqueño Álvaro Carrillo. Esto es, al modo de PPN, la canción UN POCO MÁS y luego de ello, como colofón, permítanme leerles un soneto de un libro que acabo de publicar donde, creo, sintetizo eso que es el espíritu del jazz desde nuestro país:
(ENTRA UN POCO MÁS)
SUAVE ES EL JAZZ (con la presencia de Ramón López Velarde)
YO QUE SIEMPRE TOQUÉ SIN PARTITURA
DESNUDO IMPROVISANDO EN CUALQUIER FORO
ALZO HOY LA VOZ A LA MITAD DE UN CORO
Y NARRO CON DETALLE LA AVENTURA.
SUAVE ES EL JAZZ DESDE ESTA TIERRA DURA
FUERTE TAMBIÉN COMO HA DE SERLO EL ORO
INDIO, NEGRO, ESPAÑOL, LATINO, MORO
DE MESTIZA RAÍZ, ESTO ES, MUY PURA.
EL TIEMPO DE MI PATRIA ES SINCOPADO
LO QUE SE MIRA SE OYE EN SUS MATICES
ARCOIRIS, VOLCÁN, SONIDO ALADO
YA CELESTIAL FESTÍN DE MERETRICES
O DIABÓLICO SOLO CONSAGRADO
QUE CUENTA AL SAXOFÓN SUS CICATRICES.

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